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12 febrero, 2025, 12:41

Rusia y Estados Unidos definen el futuro de Europa

Las declaraciones que los presidentes de Estados Unidos y de Rusia dieron, este martes 22, sobre la crisis en el este de Ucrania muestran que, lejos de desescalar, el conflicto entre ambas superpotencias ha adquirido los esperados ribetes estratégicos. Mientras que el presidente Putin circunscribió el objetivo de su país a la neutralización y desnuclearización de Ucrania, su colega norteamericano Biden definió como objetivos norteamericanos la retirada rusa de Bielorrusia y que Alemania no certifique el gasoducto Nord Stream 2. Ante tal asimetría de objetivos es difícil hallar bases comunes para negociar. Por lo tanto, cabe a Rusia -que ha tomado primero la iniciativa- mover sus fichas y autolimitarse.

El presidente Joe Biden comenzó su discurso ratificando lo que Washington viene anunciando desde noviembre pasado: “Estados Unidos cree que las últimas acciones de Rusia han iniciado una invasión del territorio de Ucrania.” Y señaló que las sanciones contra Rusia afectarán la deuda soberana de la Federación Rusa y a las élites rusas. No obstante, mantiene su restricción a intervenir allí: “EEUU seguirá ayudando a Ucrania en el ámbito de la defensa”, pero aumenta su presencia en Europa Oriental enviando tropas a los países bálticos.

Aclaró que “Estados Unidos no desea luchar contra Rusia, pero quiere transmitir que protegerá cada centímetro del territorio de la OTAN”. En tono apocalíptico advirtió que “Rusia puede lanzar una invasión a gran escala de Ucrania y capturar Kiev”, aunque sin indicar qué consecuencias acarrearía tal acción. Entre los dos puntos salientes del discurso, informó que “EE.UU. está trabajando con Alemania para evitar el lanzamiento de Nord Stream 2 y amenazó: “si Rusia no retira las tropas de Bielorrusia, habrá un movimiento de tropas estadounidenses”, concluyó el presidente.

Como ambos estados se han fusionado el año pasado en una unión estatal, la exigencia de Washington implica imponer a Rusia una disminución de soberanía junto con el sometimiento de Alemania y Europa. Evidentemente, a EE.UU. no le importa Ucrania, sino que quiere aprovechar el conflicto para limitar el poder de su contrincante y retomar el control sobre Europa.

Por su parte, en una conversación con la prensa en Moscú, el presidente Vladimir Putin precisó una cuestión importante que no se había aclarado el día anterior: “Las hemos reconocido [las repúblicas de Donetsk y Lugansk], lo que significa que hemos reconocido todos sus documentos fundamentales, incluida la Constitución. […] Pero esperamos, quiero enfatizar esto, que todos los temas controvertidos se resuelvan en el curso de las negociaciones entre las actuales autoridades de Kiev y los líderes de estas repúblicas. Desafortunadamente, esto no es posible en este momento”, aseveró Putin, al confirmar que Moscú reconoce las repúblicas populares de la cuenca del Don dentro de la superficie de las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk, que son dos veces más grandes que el territorio que las milicias controlan desde 2014.

Respondiendo a la pregunta de un periodista sobre hasta dónde pueden llegar las tropas rusas, el mandatario dijo: “en primer lugar, no he dicho que las tropas vayan a ir allí ahora. En segundo lugar, no es posible predecir ningún esquema específico para las acciones militares. Depende de la situación concreta una vez en el terreno”.

No obstante, Putin dio una definición restrictiva sobre la eventualidad de intervención de las fuerzas rusas en las repúblicas de Donetsk y Lugansk. “Ayer firmamos acuerdos, dijo, y en esos pactos, tanto con la RPD como con la RPL, hay cláusulas que dicen que proporcionaremos a estas repúblicas asistencia adecuada, incluida la militar. Dado que allí hay un conflicto, dejamos claro con esta decisión que, si es necesario, tenemos la intención de cumplir con nuestras obligaciones” y agregó: “¿qué debíamos  esperar a continuación, un genocidio?”. O sea, que el ejército ruso sólo se hará presente para acciones defensivas y para proteger a la población civil.

Entre tanto, comentando las palabras del presidente ucraniano Volodymir Zelenski sobre el posible desarrollo de armas nucleares por Ucrania, Putin indicó que ese país está en condiciones de hacerlo y resaltó: “la aparición en Ucrania de armas nucleares, incluso tácticas, significa para nosotros una amenaza estratégica”. “Desde los tiempos soviéticos Ucrania cuenta con amplias competencias nucleares, tiene varios reactores nucleares y una industria atómica bastante bien desarrollada. Lo tiene todo para resolver esta cuestión a un ritmo mucho más rápido que en países sin tradición atómica. Faltan solo los sistemas de enriquecimiento de uranio, pero es una cuestión técnica”, dijo Putin. La operación rusa tiene, entonces, dos objetivos claramente circunscritos: neutralización y desnuclearización de Ucrania.

El reconocimiento de la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk este lunes 21 desconcertó a los líderes occidentales. Lógicamente, todos pusieron su atención sobre el acto diplomático. Sin embargo, hubo un pasaje que nadie destacó. En su discurso, de una hora de duración, el presidente Putin denunció especialmente la política leninista de autodeterminación de los pueblos como culpable por las confusiones y malentendidos jurídicos y políticos de los últimos 30 años e insistió en la comunidad de historia, lengua y creencias de los pueblos ruso y ucraniano.

En sus debates sobre la cuestión nacional (entre 1919 y 1921) el líder de la Revolución Rusa de 1917, Vladimir I. Lenin, abogó por el reconocimiento de la autodeterminación y el derecho a la organización en estados independientes de aquellas nacionalidades que ya estuvieran conformadas, pero con la salvedad de que el liderazgo del Partido Comunista asegurara que esa autodeterminación mantuviera a los nuevos estados en el curso de la revolución socialista mundial. En primer lugar, en esta formulación hay dos condiciones para su cumplimiento: que fueran nacionalidades ya formadas (¿quién lo determina?) y que se mantuviera el liderazgo del PCUS.

En aquella época hubo muchas discusiones sobre la entidad nacional ucraniana, dado que ésta nunca había existido previamente. Mucho más grave se tornó la cuestión de sus límites territoriales, que los líderes soviéticos fueron expandiendo sucesivamente hasta la década de 1950. De allí resultó un Estado plurinacional y pluriétnico que pretende presentarse como de un solo pueblo, con el consecuente racismo y su ínsita tendencia a la violencia.

En la visión rusa, por lo tanto, el principio de autodeterminación de los pueblos no es de aplicación universal: a él tienen sólo derecho los pueblos que libremente optan por su separación estatal. Para los otros -éste es el quid de la cuestión- la mejor solución es el Estado fusión, en el que múltiples pueblos, etnias, culturas y creencias se mezclan libremente, pero compartiendo creencias y valores. Ésta es la propuesta de modelo constitucional que el presidente está propugnando para la convivencia de los pueblos que conviven en la parte europea de Rusia.

El conflicto del Don ha entrado en la fase militar. Ahora las fuerzas armadas rusas deben lograr que el ejército ucraniano desista de su ofensiva y, sobre todo, de la “limpieza étnica” de los 800.000 rusohablantes que pueblan ambas repúblicas. Para ello, debe desarmarlo anulando sus comunicaciones y, eventualmente, bombardeando sus líneas de abastecimiento, pero respetando los límites autoimpuestos.

Sería un error tratar este reconocimiento aisladamente. Es sólo una fase de un proceso que comenzó hace al menos un año o más y hay mucho más por venir. Además, el conflicto subyacente no se da sobre las repúblicas ahora independizadas o sobre Ucrania, sino que ambas superpotencias están dirimiendo los perfiles de una nueva arquitectura de seguridad en Europa.

Las sanciones occidentales estaban previstas, porque son las que habrían dispuesto en cualquier caso. No parece que el reconocimiento ruso de la independencia de las repúblicas del Don tenga alguna influencia sobre la determinación occidental de destruir Rusia. Al anunciar las sanciones, los líderes atlantistas actuaron por piloto automático. Eso significa que Rusia no “perdió” exactamente nada con esta medida. De hecho, tanto durante la reunión del Consejo de Seguridad Nacional como en su discurso del lunes Putin insinuó que, en todo caso, las sanciones occidentales han sido mayormente beneficiosas para la economía real rusa.

Para el futuro inmediato es de esperar que Moscú extienda abiertamente el “paraguas militar” sobre Lugansk y Donetsk. Eso no significa que tenga que desplazar tropas, aunque eso ahora también es una posibilidad legal, sino que cualquier futura operación terrestre ucraniana será contrarrestada por todo el poderío militar ruso. Las advertencias formuladas por Putin en su discurso del lunes tendrán un fuerte efecto disuasorio, tanto si los ucranianos lo admiten como si no.

Biden ha anunciado este martes claramente que Ucrania no le interesa y que va a concentrarse en someter a Alemania y confrontar con Rusia a través de Polonia y los países bálticos. Probablemente, los batallones nazis ucranianos y el propio ejército conducido por los británicos pueden tener la tentación, desesperados como están, por insistir en la “limpieza étnica” de la población rusa de las repúblicas independizadas. Sería un error fatal, porque sin el apoyo norteamericano carecen de toda chance y serían inmediatamente destruidos. Si Rusia y Bielorrusia logran al mismo tiempo contener a la OTAN en su frontera occidental, esta crisis estará resuelta en pocas semanas y Ucrania deberá avenirse a las condiciones de neutralización requeridas por Rusia. El mapa de la antigua URSS en Europa estará en gran parte restablecido. En esa nueva realidad Europa deberá decidir cómo quiere continuar: como colonia anglosajona o como comunidad soberana y pacífica de pueblos que hacen honor a sus mejores tradiciones y a lo mejor de sus culturas.

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